Atalayando el amor

En lo alto de un faro descansa su corazón.

Intentó colocarlo lo más lejos posible,
aislado del mundo,
contemplando únicamente a parejas de viajeros corazones,
quiénes se dedicaban minutos de amor a la luz del faro
que había convertido en su hogar.

Allí, apartado, esperaba únicamente lograr sosiego,
encontrar calma,
evitar esos vaivenes que le producían taquicardias.

Había discutido con su razón,
y ésta no había vez que le dijese que actuaba correctamente.

Él sabía que se equivocaba,
sin embargo necesitaba hacerlo,
creía que no intentarlo en el fondo le crearía más incógnitas,
más dudas
y al final,
más desazón.

Permaneció allí años,
con la luz de aquel magnífico faro iluminando su interior,
alimentando su alma,
hasta que finalmente supo lo que debía hacer.

Abandonar el faro
y continuar haciendo lo que siempre había hecho,
arriesgar,
arriesgarse ante la vida y ante el amor,
porque si no,
no sería él.

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