París

París. Desde la ventana de nuestro hotel vemos anochecer. Diez horas. Ese el tiempo que nos queda hasta que esta realidad nuestra, hasta que la irrealidad sobre la que nos sostenemos, se desvanezca.
Tú, volverás a tu piso y será ella la que esté contigo, no yo. En cambio yo, volveré a mi rutina, donde será difícil olvidarnos, agotador desvanecer todos y cada uno de los instantes que hemos compartido, imposible dejar de pensar en uno solo de los segundos de estos últimos días.
Necesitamos más horas, más minutos, más segundos. No son suficientes veinticuatro horas para querernos, para devorarnos, para sentir la piel del otro o el sudor de nuestros cuerpos abrazados.
La espera hasta el próximo encuentro se vuelve eterna.
No te vayas,
quédate un poco más.

Nuestros labios juegan a quererse,
comienzan tanteándose tímidos,
para acabar empapados en una calurosa lucha a la que se une cada milímetro de piel.
Aprovechemos, bajo estas sábanas, el tiempo que nos queda,
sin hablar,
porque eso,
no lo necesitamos.

Foto y texto #MariposasNómadas