Si quieres, puedes.

Solía mirar las nubes buscándote. Solía lanzar miradas que corrían a esconderse bajo tu piel. Solía pensar en una vida en la que la brisa cubriera cada uno de los días grises que nos rodeaban. Solía superar noches frías en las que ni siquiera nuestras manos se rozaban por miedo a no encontrar las palabras adecuadas. Solía desatar tempestades tras mirar como a través de mares de cristal ahogabas penas y soltabas lastres que pesaban demasiado. Solía guardar inseguridades que tú alimentabas y pensar en inviernos, esperando veranos mejores. Solía creer demasiado, pero a través de errores, de tropezar en tu piedra, en esa debilidad que creé basada en ti, terminé aprendiendo. Aprendí a decidir volar sin ti, aprendí a atacar instantes vacíos y a llenarlos de mí, aprendí que tus recuerdos ya únicamente eran eso. Aprendí a no aferrarme a tu rutina, a encontrarme, a poder con todo. Y fue entonces, cuando venció nuestra fecha de caducidad, se esfumó aquel nosotros. Te dejé ir sin rencor, y después de tu juego, aposté por mí.